tu prima la cati

vericuetos variados

jueves, enero 11, 2007

Una fuerza irrefrenable me arrastra al Blanco de Vallecas

Hoy ha sido un día extraño.
Extraño pero feliz, gracias al donette que me he comido esta mañana, y gracias a Blanco.
Hacía exactamente cinco meses que no probaba un donette de chocolate.
No me pregunteis cómo lo he conseguido.
Sobre todo teniendo en cuenta que mi madre tiene la genial costumbre de dejarlos ahí, en el centro de la mesa, para desayunar, junto a otros bollitos variados.
Pero hoy no he podido más. He sujetado el donette con mis manos, muy lentamente, observando laaargamente ese redondel delicioso que mi paladar iba a degustar en unos segundos.
Luego lo he deglutado con frenesí, como si hiciera años que no comía.
Todo esto, escondiéndome de mi madre y de sus miradas escrutadoras de "que no te vea yo saltarle la dieta". Más que nada porque la dietista me la está pagando ella.
Lo del donette ha sido empezar el día con buen pie, con buen ánimo.
Pero a la gula literal le ha seguido la gula consumista.
Debe ser que esta vez, he pasado directamente de la fase hongo setudo a la consumista.
No sé dónde me he dejado la fase zen en esta ocasión. Será que he empezado el año más frívola?
Hoy no pensaba ir a las rebajas de Blanco para gastarme el vale de 100 euros que me han echado los Reyes Magos.
Estaba en plena fase hongo setudo echándome una siestecita después de una agotadora mañana de trabajo, sin poder mover ni siquiera un dedo.
Cuando de repente, ¡clin!, se ha aparecido en mi mente el reluciente vale de 100 euros, con sus encantadoras letras rositas en relieve: B-l-a-n-c-o.
Y entonces, ni cansancio ni leches.
Una explicable fuerza brutal me ha arrancado de la cama y me ha arrastrado al Blanco de Vallecas.
Me he levantado livianamente, sin esfuerzo alguno.
Es el Blanco que me pilla más lejos de mi casa, pero el que más me mola.
Porque es más barato. Es un stock de esos de ropa de otras temporadas.
O sea, como de un nivel inferior.
Mola porque además las dependientas son más feas que en los otros Blancos (digo yo que será porque es un Blanco más cutre=dependientas más cutres). Algunas son hasta gordas.
Y así no te entra complejo de cardo setero entre tanta belleza. Que es que parece que hacen casting de dependientas.
Pero no estaba el abrigo que buscaba. Uno de esos ye-yés. Y entonces me he ido a otro Blanco, de los normales.
Y ahí ya la hemos jodido.
Porque además en mi afán de llegar cuanto antes al de Vallecas, ni me he peinao antes de salir por la puerta de mi casa. Craso error.
Las dependientas del Blanco normal están buenísimas, tienen estilo, están delgadas y llevan unas ropas que te mueres. Y encima son majas. "Cariño", "Cielo", me dicen, y me orientan en mi búsqueda de trapos rebajados.
Y te entran unas ganas irrefrenables de ser como ellas, de vestirte como ellas, con todos esos piercings, esos colorines, esos cortes de pelo a la virulé, y en definitiva todas esas mierdas que llevan encima.
Porque yo creo que al entrar a currar se ponen varias cosas al azar que encuentran por la tienda unas encima de otras, así como de forma casual, y encima les queda bien.
Y encima he descubierto algo importante a investigar.
En todos los Blanco utilizan un fú fú que esparcen por la tienda con una colonia pastosa y dulzona que incita a comprar.
Huele como a gominolas y entonces te entra ansiedad por adquirir todos esos trapos con colorines y todos esos collares, que parecen chucherías.
Hasta le he preguntado a la dependienta qué colonia era esa ( y es que la he visto con estos ojos apretando el fú fú por la tienda como una posesa).
"¿Cómo dices, cariño"? me ha contestado, entre extrañada y amable.
"Que como se llama ese fusfús que echais por todas las tiendas. Porque me he dado cuenta que es el mismo". La dependienta-modelo me ha dicho muy amablemente el nombre, el cual no revelaré, pero me ha contado que lo compran al por mayor en una fábrica de limpieza de tiendas o algo así. Vamos, que no se puede comprar en la droguería de la esquina.
No sé cómo me las arreglaré para conseguir el perfume mágico.
Ese del Blanco que hará que todos los hombres quieran comerme como una gominola de fresa.
Por cierto, que en el Blanco de Vallecas, tampoco echan el fú fú gominolesco. Claramente son de un nivel inferior.
Bueno, pues el caso es que me he encaprichado, como no, de un jersecito rosa que llevaba una de las modelo-dependientas.
"Sólo queda uno, pero de una talla más, cielo". Entonces me parece que lo dice como con sorna.
"Es que es evidente que yo uso una talla más que tú, POR LO MENOS" (pienso cabreada, pero no lo digo).
Lo que mis labios dicen en realidad es "Bueno, da igual, parece que da poca talla".
"Te lo busco, cariño, está en el almacén. Espera aquí, cielo", me dice muy resuelta ella girándose sobre sus tacones.
Porque este es otro misterio a resolver. Cómo harán las modelo-dependientas de Blanco para aguantar tantas horas sobre sus talones entaconados.
Me pruebo el jersecito rosa. Ni de coña me está como a ella.
Y entonces les digo "Uy, cariño, es que me queda grande" MENTIRA, claro.
Y me voy muy orgullosa con un par de cinturones, que no sé si me pondré, y me tomo la revancha comprándome unas manoletinas en la tienda de al lado.