tu prima la cati

vericuetos variados

jueves, noviembre 16, 2006

Me molan los cabrones

Sí, lo reconozco. No voy a ser una falsa y a renegar de ello como las demás.
A las tías, o por lo menos a las que yo conozco, nos ponen los cabrones.
Incluso yo me he sorprendido a mí misma fantaseando con un príncipe azul, romántico y cariñoso, pero cuando éste llega te pone mazo que se vuelva rana. Y si no se pone rana, malo.

Voy a explicar mi caso. Últimamente tengo varios caballeros andantes galopando a mi alrededor. Deben ser la dieta, el yoga y la natación. Tanto sufrir ha dado sus frutos. El caso es que son taaan maaajos y taaan achuchables que la líbido se me queda por los suelos.

No sé, a lo mejor es que soy masoca. Es una teoría nada desdeñable que llevo años preguntándome a mí misma. ¿Por qué me mola tanto sufrir? Gran misterio de vuestra prima la cati que pide por favor que entre todos resolvamos con urgencia...

Cuando digo cabrones, no me refiero sólo a que hagan cabronadas. Sino a los raros. Veáse el caso del gótico en otro post más abajo. A aquellos seres que por ir de especiales por la vida nos cautivan todo nuestro instinto maternal. Sacan a la Teresa de Calcuta que llevamos dentro. "Aaayyy pobre, es tan tierno, taaan sensible. Necesita mi ayuda. Súper-Cati al rescaterrrrr".
Y luego a la que te tienen que ayudar es a tí. Y vosotros, mis primos, teneis que aguantar mis lloros...

Mis caballeros andantes, a los que por supuesto, hasta que no se conviertan en rana no haré ni puto caso, son:

-EL OSITO DE PELUCHE

Ese amigo que sieeeempre ha estado enamorado de mí. Desde hace quince años. A Osito habría que hacerle un monumento por aguantarme taanto tiempo.
Se lió con una amiga mía. Dio igual.
Se casó. Lo mismo.
Se separó. Ni te cuento las ganas con las que me cogió.
Ha conocido a todos mis novios y líos. Incluso uno de ellos era su mejor amigo.
Todo lo ha soportado estoicamente.
Es mono, tierno como un donuts, divertido, entrañable, protector, cariñoso, inteligente, imaginativo, soñador, dulce, cálido, vive en la montaña y es muy zen.
Y lo más importante: Me adora. Hasta términos insospechados. Me sigue allá donde voy, me apoya, me consuela y me dice que me quiere a todas horas. Sin esperar nada a cambio.
Me podría dejar querer. Ser una princesita mimada de esas que conocemos todos, y dejar que me hiciera feliz. Probablemente lo conseguiría.
Pero es caballero. No es rana.
Es un Osito, mi Osito incondicional. Y le quiero. Pero no en mi cama.
Sonaré cabrona. Pero ya se sabe, dios los cría y ellos se juntan.
De todas formas, y no para redimirme de éste mi pecado, me entran remordimientos.
Me hubiera gustado ser una chica dulce, simpática y modosita, de esas sin complicaciones, sin complejidades. Esas con cara de "yo-no-he-sido" que tan bien les va en la vida, y que se casan con uno de estos ositos de peluche, se dejan mimar como princesas y son, simplemente, felices.
De hecho, fui educada para ello. Incluso intenté ser una "yo-no-he-sido" durante un tiempo. Fracasé estripitosamente, ya veis.

-EL PERSUASIVO

El que siempre está ahí por si las moscas. Un tipo que conozco desde hace cinco años, en los que NUNCA me he liado con él. Ni siquiera he tonteado ni le he dado la menor de las posibilidades. Pero el caso es que no se cansa el tío, oye. Todo el tiempo quiere quedar conmigo y, cuando alguna vez lo ha conseguido, ya por pesao, he sido bastante borde.
Porque mirad si soy rarita que hasta me molesta cuando le molo a un tío que no me mola.
Siento como una especie de responsabilidad atroz, y me pongo muy borde. Como para que el tío me deje en paz.
Pero este sigue. Se ríe cuando me pongo borde y todo lo mío le hace gracia.
El caso es que está bueno. Y es poli, ya sabeis, de esos cachas con los que te sientes protegida.
Pero es tonto. Qué le vamos a hacer. Vamos, que no tiene mucha conversación.
Y además, las pocas veces que ha conseguido quedar conmigo me ha tratado como si fuese su novia. CRASO ERROR. Porque es lo peor que le puedes hacer a la Cati. Trátala como si fuera tu novia y saldrá corriendo cual micromachine.

- EL ZOLOCOTROCO

Ese individuo taaan maaaajo, tan bueeena persona, taaan educado, taaan formal que aburre.
Y encima zolocotroco: uséase, garrulo, cateto.
Un tío que en la vida ha salido de su pueblo. Que todo lo que haces le parece bien.
Que su nivel de conversación se limita a comentar el último modelo de coche súper guachis, el último fichaje del Madrid o variadas memeces semejantes.
O sea, ZOLOCOTROCO, que donde no hay no se puede sacar.
Por qué será que los individuos más cultos, inteligentes e interesantes suelen ser los más cabrones??
Esa fue mi última cita. Se acabó quedando con el zolocotroco una tetona garrulona que quería un calzonazos para manejar a su antojo.
Que sean felices.
Y yo espero con fervor que algún día aparezca esa rana que me haga feliz.

domingo, noviembre 12, 2006

Soy ciclotímica

O dicho de forma más populacha: soy culo de mal asiento.
La monotonía me puede a niveles sobrenaturales, y cambio de fase existencial como de chaqueta.
Para que os hagais una idea, os haré un croquis rápido.
Vuestra prima, la cati, pasa en la vida cotidiana por etapas muy diferentes en pocos días, minutos o incluso segundos. Uséase, paso de la felicidad absoluta y la pasión por la vida desenfrenada a la depresión más penosa en un sólo rato. Os iré describiendo mis fases más habituales, pero que a la vez se repiten, de forma idéntica pasado un cierto tiempo.

-FASE ZEN

Me da por repetirme eso de que la felicidad está en nuestro interior, tan típico de los libros de autoayuda. Y realmente me lo creo.
Y me pongo toda suerte de velas olorosas, esencias e inciesos, además de música de relajación comprada para la ocasión, tipo pajaritos en un bosque de otoño, delfines en el Pacífico, o el croar de las ranas en las charcas ibéricas.
Me brota una sonrisa gilipollas en la boca y veo todo el mundo de colorines.
Soy dulce y cariñosa con mis semejantes.
Me visto con ropa liviana y me paseo por mi casa como una sacerdotisa llena de sabiduría interior. Flotando en mi propio misticismo.
Reniego de lo material y consumista.
Me sorprendo contemplando paraísos rurales donde algún día iré y donde viviré de los frutos de mi huerto, renegando del vértigo y la superficialidad del mundo urbano.
Yo creo que la culpa la tienen todas las teorías esas de la vuelta al mundo rural y las modas orientales, tipo Feng Shui, Pilates y demás fiebres efímeras que surgen cuando el hombre actual ya se ha cansado de pasar sus días de domingo en un centro comercial.

-FASE CONSUMISTA

En clara contraposición con la anterior, y a menudo, como consecuencia de ella.
Me compro la Elle, el Vogue y el Cosmopolitan, y devoro sus páginas con verdadera ansiedad por los trapos de Kate Moss y Sienna Miller. Tanta rana y tanto huerto es lo que tiene.
Sucumbo ante las tendencias mas fashion del momento y me entra verdadera prisa por recuperar el tiempo perdido y convertirme en la criatura más experimentada y más in del lugar.
Es precisamente en este punto de mi fase consumista donde más cuidado debo tener con la tarjeta de crédito y por las aberraciones que me da por hacerle a mi pelo.
La última vez me sorprendí cortándome el flequillo con unas tijeras para las uñas de los pies.
Los trasquilones todavía los llevo con orgullo. Porque como dice mi prima h.golightly "ahora lo que se llevan son los trasquilones, lo casual, no te habías dado cuenta?".
En contra del dicho de madres "para presumir hay que sufrir", yo diría que lo aquí se concluye es que , muchas veces, hay que ponerse fea para ser fashion.

- FASE HONGO SETUDO

Me pongo borde, depre, de mala leche, amargada y la pago con todo el mundo.
Me autolamentoy autocompadezco, o sea en plan victimista. Me vienen flashes de las cosas malas que me han pasado y me recreo en ellas como rebozándome en la mierda.
Me pongo asocial.
Es en esta fase donde os recomiendo no os cruceis conmigo. Soy realmente peligrosa.
Normalmente, y no es para excusarme (o si?), me suele pasar en la fase premenstrual.
O sea, la semana antes de nuestra amiga la roja. En mi caso, y para que lo tengais en cuenta, del 1 al 10 de cada mes, más o menos.
Por eso no he escrito estos días. He esperado a que mi estado regloso este terminándose para ponerme a ello. Aún así, no estoy del todo recuperada, y estoy todavía en fase crítica de hongo setudo, aunque ya empiezo a atisbar la fase zen. Luego vendrá la fase fashion.
QUÉ MAREO. Que paren el mundo, que me quiero bajar, como diría Mafalda.

No son sólo estas mis fases, tengo más. Pero estas serían, a grosso modo, las más representativas.
Y ahora, os animo, queridos primitos, a que me describais con todo lujo de detalles vuestras fases más comunes. Quiero encuentros en la tercera fase a tutiplén.

sábado, noviembre 04, 2006

Borra a un tío del messenger y reaparecerá cual seta en tu vida

Son tiempos de limpieza general en mi vida. Curro nuevo, hábitos nuevos, amigos nuevos... lo confieso: el anuncio del Polo y la chica hicieron mella en mí. Ese en el que una tipa pelirroja despampanante, segura de sí misma y fría como el hielo , se encontraba a un ex y éste le decía "Has cambiado de coche". Y ella, indiferente y como sin ganas, le contestaba: "Sí. Trabajo nuevo, amigos nuevos, novio nuevo...Todo nuevo, menos Toby", y salía un perro blanco, con cara de fiel y bonachón. Desde entonces, la tipa del anuncio se ha convertido en mi modelo a seguir, en mi referente. Penoso pero cierto. Todos estos años la he tenido en mente. Eso de poder decir "Todo en mi vida es nuevo" y sentirte inquebrantable y poderosa. Qué glamour.
Y por fin me he atrevido.
He dejado de fumar, he dejado de comer y he dejado de apoltronarme en el sofá.
Hago dieta y deporte. Yoga y natación. Y me hecho este blog a modo de terapia para desenganche de influencias malignas. Estoy realmente orgullosa de mí misma.
También he desechado a las malas compañías y a los tíos chungos.
Es por ello por lo que he borrado teléfonos y emailes a tutiplén.

EL GÓTICO, UN VAMPIRO EN TODOS LOS SENTIDOS

Uno de los nominados a desaparecer de mi vida era el Gótico. Tipo raro donde los haya. Traumatizado por venerar a vampiros y seres oscuros de la noche.
Tenía extrañas costumbres como dormir en el suelo, sin colchón ni nada. A pelo. Supongo que a falta de ataúd, cogería esta manía para diferenciarse del resto de los mortales. Y bebía zumo de tomate. ¿O no era zumo?....prefiero no pensarlo...
Además, le costaba relacionarse con la gente y prefería hacerlo por la red. Por lo que mantenía varias relaciones cibernéticas con tías a las que enamoraba, y luego se negaba a verlas en persona, o si las llegaba a conocer, se negaba a mantener una relación en serio con ellas.
Él era ESPECIAL. Tan especial, que no hablaba, y cuando hablaba la cagaba.
Yo creo que en realidad era tonto y actuaba así para parecer listo.
Pero, gran misterio, yo estaba colada por él. Tan colada que me toreó como quiso, e incluso me dejó "porque me gustas demasiado". Cosa que yo me creí. Increíble pero cierto. Supongo que es una gran táctica, dejar a la tía, pero haciéndola sentirse bien y además sin sentirse culpable.
Pero es más cruel. Porque corres el riesgo de que la tía se lo crea (o sea, yo), y entonces te veneren a tí para siempre jamás como "aquel chico tan especial al que abrumé tanto con mi belleza interior y exterior que no pudo soportaslo...", tipo Síndrome de Stendhal.

ME EMPIEZA A DAR MIEDITO

El caso es que me costó un año que se me pasara tal ceguera de amor. Más que nada, porque el tipo quería seguir viéndome (o sea enrollándose conmigo, pero sin ninguna atadura).
En una de mis pataletas le borré del messenger. Y el Gótico se rebotó. Le salieron colmillos y sangre de los ojos y me dijo que "lo sabía todo". "El qué", dije yo. "Que me has borrado del messenger", sentenció como si le hubiera alejado de mí como la peste. Como si esa fuera la prueba refutable de que me hubiera desenganchado de él. Y es que en esa época, era el único vínculo que teníamos.
El caso es que me convenció. No me pregunteis por qué. Le volví a poner en el messenger, y supongo que le entró el pánico porque volvió a quedar conmigo y hasta me llevó a la Warner.
Pero poco después volvimos a las mismas. Y después de un año sin saber nada de él me empieza a llamar como un loco. No le cojo el teléfono. Insiste. Quiere quedar.

PASEANDO A MISS CATI

Por curiosidad, quedo con él y me cuenta que tiene novia. Que está mal con ella, que le quiere dejar. Me lleva a un bar donde conoce a todo el mundo. Me explica que es el bar donde va él con su novia. Me pasea bien. Al rato aparece la novia. No entiendo nada. Nos presenta como si fuéramos amiguísimos. Flipo, pero en vez de demostrar la humillación recibida, me hago la resuelta y la amiga enrollá, me cojo un pedo que te cagas y me ligo a todo el bar.

Pero claro, esto no iba a quedar así. A los días me lo encuentro vía messenger (cómo no) y le espeto que la próxima vez que quiera dar celos a su novia que me lo diga desde el principio. Se queda cortado y para siempre jamás...

CHINCHÓN Y LOS BURRO TAXI

...O eso creía yo, porque en esta limpieza general mía, cojo y borro su teléfono y su mail. Y me quedo tan ancha. Porque hace más de un año de la aventura cati-dando-celos-a-pobre-novia.
Al día siguiente recibo un mail suyo. Uno de esos comunitarios que nunca me enviaba. Será casualidad, pienso yo. Pero no.
Cosas de la vida, que nunca entenderé, hace que me lo encuentre en mi excursión a Chinchón el día de todos los santos. Menos mal que no lo ví rodeada de burros taxis (por cierto, una verguenza de explotación. Que vivan Platero y todos los burros del mundo!!! Y Campanera, una burrita joven que había por allí, que andaba cayéndose de cansancio...), ni de niños llorando para subir, pataleando y hasta azotando a los burros para ponerlos al galope.
Fue bastante más surrealista. Me estaba yendo de Chinchón en mi flamante e inconfundible vehículo cuando un Mercedes casi me arrolla de frente. Me pongo a pitar como una posesa. El de atrás me apoya. Voy pisando huevos porque me entra el pánico. El de atrás no me adelanta, sí todos los demás. "Qué solidario", pienso.
Como he borrado su móvil no sé quién es cuando llama.
"Soy yo y estoy detrás tuya" Me dice el Gótico, cual peli de terror. Doy un bote y por casi me estrello.
"Vaya, Chinchón es un pañuelo", acierto a decir yo con mi tono de voz más gilipollas.
LLego a casa y me encuentro un mail suyo. Me dice que quedemos y que ya no me ve por el messenger.
Ahí me doy cuenta de que nada es por casualidad y que ha reaparecido cual seta en mi vida porque le he borrado del puto messenger.
Al día siguiente me llama con identidad oculta. Me dice "qué haces hoy". Alucino con el brote de esta seta del pasado. Le doy largas. Y le digo que ya le llamaré yo.
Y entonces es cuando me entran ansias de venganza, de ponerme yo los colmillos emocionales, y putearle con uno de mis amigos cachas. O bueno, con uno de mis amigos.
Pero no haré nada de eso porque soy buena y estoy haciendo limpieza espiritual en mi vida y creo firmemente en el karma.
"Oooooooooommmmmssssss".

viernes, noviembre 03, 2006

Loba a los 20, boba a los 30

Eso es lo que esperan los tíos de nosotras, vaya paradoja. Yo, que a los 20 no me comía un colín debido a mi timidez enfermiza. Ahora que he cogido tablas y me he convertido en una Señora Loba de rompe y rasga (de pacotilla, pero totalmente creíble), los tíos salen corriendo cada vez que me insinúo. Todos estos años haciendo esfuerzos sobrehumanos para sacar la “devorahombres” que llevo dentro. Y ahora esto.

Lo peor de todo es que el papel de pava ya no me sale. Y es que diez años de tu vida dan para mucho. Toda una década memorizando los trucos de seducción del Cosmopolitan, plagiando vilmente a las “femme fatale” del cine negro y parafraseando reiteradamente alguna de las ingeniosas frases de las mega-modernas protagonistas de las novelas de Lucía Etxebarría. Tal comida de coco hacen imposible que una vuelva a sus orígenes.

Y para ilustrar tan importante conclusión sociológica sobre los treintañeros de nuestra era, pasaré a narrar un divertido y reciente capítulo sobre mi vida noctámbula (totalmente verídico a la par que inverosímil)

EL EFEBO CANTARÍN

De todos es conocido que a las solteras de 30, nuestras amigas (todas con pareja…o casi), nos acosan sobremanera sobre nuestra posición de nena-sin-novio-ni-amante-ni-perro-quien-le-ladre. Dedican todos sus esfuerzos amigoides a presentarnos a “prometedores” amigos que nos sacarán para siempre de nuestro letargo amoroso. En estas estaba yo, cuando una de estas encantadoras amigas me instó soberanamente durante semanas para organizar una cita con un efebo. Cantarín de un grupo, para más señas. Total, que nos plantamos un sábado por la noche en el local infernal donde canturreaba con sus amigotes.

La ingenuidad no la he debido perder, porque juraría que hubo flechazo. O por lo menos los dardos que lanzaban sus ojos sobre mi escote eran descomunales. Suspiré.
Ay, suspiró. Y durante la terrible hora que duró el horripilante concierto, el efebo cantarín se desgañitaba con la mirada puesta en mí ( o en mi escote, desde mi panorámica no podía distinguir con precisión…).

Yo me contoneba con la agilidad de una “groupie” enloquecida. Creo que lo hice muy bien. Pero no sé qué pasó, que de pronto la nube de ruidos infernales en la que me hallaba, y que a mí me sabía a gloria celestial, se disipó de repente.

LAS SOSAS, ESAS MAESTRAS DE LA SEDUCCIÓN

Apareció una pava. De esas que van de modositas. Morenita, sin pintar, con una coletita y bichitos en el pelo. Le bastó una inocente (y estudiadísima) caída de ojos. Yo, entretanto, me bebía mi disgusto a whiskys. Y de paso tonteaba con dos raperos veinteañeros que me hacían muuuucho más caso. Pero de nada servía. Yo echaba ya de menos al efebo cantarín. Y es que el romanticismo tampoco lo he perdido. Vaya mierda.

Nos fuimos a otro bar, raperos incluidos, y desde allí le envié un sms al efebo cantarín (¿o debería decir cantamañanas?) informándole de dónde me hallaba. A los diez minutos apareció adosado a la “yo-no-he-sido”. Ni siquiera nos saludó. Eso sí, se cuidó de ponerse JUSTO enfrente mío (y mira que el bar era grande) a comerse los morros con la sosainas, que en esos momentos se transformó en una bestia sexuarr embravecida. Fíate tú de las modositas.

A mí ya el whisky me atolondraba. No pude soportar tal humillación y me dirigí muy resuelta a mi amiga la barra (una vez más).
“Otro whisky” balbucí a la camarera, fría como el hielo. De pronto, alguien se encaramó a mi brazo. “Oye, yo te conozco”, me instó una voz masculina. Volví la cabeza y me encontré con un tipo al que yo juraría que no había visto en mi vida.
“Pues yo a ti no”, le contesté bastante borde. “Que sí, que tú eres Cati”, me dijo sonriente como si no se hubiese percatado del tono ofensivo de mi voz. Estudié bien la fisonomía del chaval (todo lo bien que mi patético estado me permitía).
Vinieron a mi mente ecos resacosos de una boda en la que un maromo (al que por cierto creí hasta guapo, en medio de la melopea) se dedicó toda la noche a tirarme los trastos. Y yo a calentarle cual zorrilla apestosa.
Ahora que le veía “bien”, el tipo era feo. Feo con ganas.
Pero sus ojos y su sonrisa transmitían confianza, protección, y eran un bálsamo en medio de la humillación recibida.

EL MISTERIO DE LA MUJER DEL ROSTRO PICASSIANO

¡Clin!, se me encendió una lucecita en la cabeza, y desplegué todas mis artes de seducción una vez más…
”El destino te da una segunda oportunidad, Cati”, me dije a mí misma. Le puse al tanto de mis divertidas andanzas, al mismo tiempo que le sonreía, ponía morritos y me contoneaba sinuosamente. Le espeté un “Y tú qué” con las manos en las caderas, muy segura, muy mujer.
De repente, le entró un temblor a lo flan Dhul de los pies a la cabeza. “ Pues yo….estoy haciendo un cursillo de Microsoft”.
Me quedé de piedra ante tamaña reacción y sabia contestación.
“Vaya, qué interesante”, mentí. “Y.. ten.. ten… tengo novia”, logró decirme. “Es que en los tiempos de la boda andaba yo muy descocado”. Chúpate esa.

Yo sonreí y hasta me apiadé de él. Y más cuando vi a la novia. Una clónica picasiana con el rostro un tanto amorfo. Me despedí cortésmente y me fui a casa muy digna.

Pero lo más divertido fue el desenlace de estas dos historias. Porque tuvieron su “to be continued…”.

El efebo cantarín me escribió días después un mensaje al móvil en el que aseguraba que yo le había gustado mucho y que le encantaría volver a verme ¿?.

Lo peor fue lo del cayo malayo del bodorrio. A las dos semanas coincidimos en una barbacoa cumpleañera. Para más inri, me sentaron delante de él y la mujer del rostro picassiano. Me quedé de piedra cuando sus labios cubistas se abrieron y me di cuenta de que la pobrecilla tenía alguna deficiencia. Y no es una ironía.